La máquina de sueños
Niki Sudhakar
Abrí mis ojos sin recuerdo de la noche anterior. Pero no es lo que usted piensa. Estoy tumbada
aquí, sola, en esta cama tamaño California-King, en esta habitación familiar, preguntándome cómo llegué aquí.
No tengo necesariamente miedo ni curiosidad sobre cómo terminé en este hotel. En cambio, me deshago en un tipo de reflexión profunda sobre mi vida, de cómo terminé sintiéndome tan sola, no deseada. No me encantó sentirme así.
Terminé hundiéndome en la cama y quedándome allí el resto del día. Parte de mi tiempo lo pasé pensando, sintiéndome entumecida. Pero cuando el sol comenzó a ponerse, decidí dejar de permitirme esta fiesta de lástima en espiral hacia el abismo y vestirme para la noche.
Tomo un baño, pido una botella de Cab Sav para la habitación, me pongo mi vestido de seda verde oscuro y mis zapatos de tacón blanco perla, me arreglo con rubor y rímel, y el toque final, el dulce aroma de neroli y jazmín. Media botella de vino más tarde, reúno el coraje para abrir la puerta de mi hotel y me dirijo al bar del vestíbulo.
Estaba bastante ocupado esa noche, pero no en el buen sentido. Parecía que había un baile de graduación de una escuela secundaria, al tema de Great Gatsby. Sin embargo, tomo asiento en la barra y me pido un Cosmopolitan.
-Apuesto a que ese no es tu primer trago de la noche, dijo el caballero a mi lado.
-¿Y qué te hace decir eso? le respondo en un tono desinteresado.
-No son las señales obvias las que me hacen pensar que ya has bebido una botella de vino antes de bajar. No es que estés borracha, caminando raro, con los ojos caídos. No no, no es nada de eso. Sé que ese no es tu primer trago de la noche, porque cada vez que tú y yo planeamos salir por la noche, necesitas un trago mientras te preparas. Coraje líquido lo llamas.
Realmente pensó que me había convencido con eso. Realmente pensó que mencionar un detalle menor como tal era un paso en la dirección correcta.
-Es lindo que te des cuenta de eso o incluso lo recuerdes con lo poco que salimos de noche. Pero por ahí no va esto. El conocer mis gestos, mis movimientos es lo que se espera de un esposo, respondí.
Se levantó de su silla, pidió otra bebida y se acercó a mí. Se inclinó y con un rostro muy serio sigue:
-El propósito de esta noche es transportarte a un momento de nuestra relación en el que las cosas estaban bien, cuando éramos felices. Quedamos que esta noche yo no soy tu esposo y tú no eres mi esposa. Simplemente dos extraños que se dejan llevar y ven a dónde nos lleva la vida.
Nos sentamos en silencio durante los siguientes dos minutos, solo mirando a la gente. En verdad que siempre ha una persona con la que he podido coexistir. Creo que muchas personas confunden las relaciones o tener una pareja con la necesidad constante de hacer algo el uno con el otro. Hablar, reír, tener sexo, pero no es así para nosotros. Realmente amamos la compañía del otro.
-¿Ves a esos dos niños allí? ¿Vestidos con su trajes de los años 20s? pregunté, rompiendo el silencio.
-Quiero decir que es un tema exagerado, pero mira esos dos parecen muy contentos. Simplemente sentados juntos en ese banco, tomados de la mano. Supongo que también disfrutan de la compañía del otro, lejos de ese relajo… ¿Cuál fue el tema de tu baile de graduación otra vez? ¿Bajo el mar?”
“Sí, absolutamente terrible. Recuerdo mi fiesta de graduación como si fuera ayer. Dios mío, era un niño tan nervioso. Tenía una chica hermosa que por alguna razón accedió a ser mi acompañante, y en lugar de invitarla a bailar, me senté en nuestra mesa toda la noche, respondió.
-Mi baile de graduación tampoco fue lo que esperarías. Decidí darle una oportunidad al chico inteligente, muy diferente a las personas con las que estaba acostumbrada a salir. Ya sabes, altos, guapos, idiotas. Pero él era dulce, con ojos amables y caballeroso. El único problema fue que nunca me invitó a bailar.
Nos miramos de nuevo, esta vez disculpándonos sin hablar.
Me miró con esos mismos ojos amables, y me di cuenta de que si volviéramos, sí me haría sentir especial. Él me amaba. Eso es algo que nunca dudé. Pero aquella chispa era algo que ambos deseábamos volver a sentir. Sentirnos queridos y amados.
-Bueno, termina tu bebida y vámonos. Quiero mostrarte algo, dijo mientras pagaba las bebidas.
Tomé el último sorbo de mi Cosmopolitan, me puse el abrigo, lo agarré de la mano y decidí dejar de pensar tanto y simplemente ser y hacer. Como dijo él, esta noche somos simplemente dos extraños que se dejan llevar y ven a dónde los lleva la vida.
Después de unas pocas cuadras en lo que ha sido una noche fría de invierno aquí en la ciudad que nunca duerme, nos detuvimos en nuestro teatro favorito. Solían pasar películas clásicas en blanco y negro aquí y nos sentíamos culpables de pasar nuestros días soleados adentro, pero estábamos demasiado enamorados de las películas.
El teatro estaba absolutamente vacío, pero se estaba proyectando una película. Tomados de la mano, caminamos por el teatro hasta la fila 11. La misma fila en la que solíamos sentarnos.
-Mira debajo de tu silla, dijo mientras sonreía. Saco una bolsa de palomitas de maíz y una Coca-Cola Light grande.
-Mira, son las cosas pequeñas. Siempre odiaste que te hiciera regalos caros y extravagantes. Dijiste que era una forma materialista de compensar por trabajar todo el tiempo. Y tenías razón. Te compré joyas y ropa y todo eso porque me sentía mal por no estar contigo. Pero eso no compensaba mis acciones. ¡Sí son las pequeñas cosas las que más importan! Me hiciste ver eso.
Después de escuchar esto, sí que llevaba de vuelta. Todo lo que estaba diciendo y haciendo esta noche era exactamente lo que me había faltando en nuestra relación. Esta noche me hizo darme cuenta de que no perdimos la chispa, simplemente teníamos que volver a encenderla. Ambos quedamos tan atrapados en nuestras vidas y carreras, que nos olvidamos de hacer que el otro se sintiera apreciado.
-Háblame otra vez de la dream machine, dije.
-¿Estás segura que estás lista para volver? respondió.
-Sí, ya obtuve lo que quería de esta noche. Así que cuéntame otra vez sobre la dream machine.
Comenzó a explicar con tanto entusiasmo sobre esta máquina fabricada que él y un grupo de sus compañeros ingenieros crearon. Arrojando nombres de varios metales y fórmulas y teorías. Nunca entendí la física detrás de la máquina de los sueños, pero al final del día, esa era su área de especialización. Quiero decir que si tuviera que explicarle las teorías filosóficas de Nietzsche y Freud, probablemente me miraría igual. Pero, siempre terminaba todo su rollo con eso, decía:
-Esencialmente, hemos encontrado una manera de tomar partículas y a velocidad crear un sistema que nos permita viajar de un lado a otro con las personas que amamos.
Entonces tomó mi mano, me tapó los ojos y contó hasta tres…