Patrimonio efímero

Lorena Moncada

Llegué a la ciudad de London hace cuatro años,

rota por los cuatro costados,

expulsada hasta de mi lengua.

Ahora lo entiendo, se trataba del final de un mundo.

Entonces volví casi por instinto

a los poetas y a las canciones de siempre.

Volví tantas veces a las mismas solitarias escenas.

Imágenes y sonidos

De tanto estrujarlos durante el primer invierno de mi vida

acabaron produciendo otras escenas,

otras imágenes,

otros sonidos.

Añorando las capacidades expresivas de mi lengua materna,

del habla de mi gente

Que mis hijos no comprenderán

Otra será su lengua

Otro su patrimonio

Añicos tenues, añicos tristes.

Trizas de lo dejado.

Las memorias de la infancia

Un último gesto amoroso hacia el mundo que así terminaba.


Explicación:

Toda historia de migración, aún las más afortunada, implican un proceso de renuncia. Este poema está inspirado en aquellos migrantes que no tienen la posibilidad de retorno a su país y que por el proceso de adaptación necesaria deben hacer una despedida simbólica, reconociendo que ya nada será igual que antes porque la sociedad y el país del que provino  se ha ido desmororando cada vez de forma más irreversible. Esta despedida simbólica pasa también por la lengua, aunque sabe que su lengua materna, su forma de hablar y sus expresiones son un patrimonio que no se pierde nunca, reconoce que debe asumir otra actitud de mayor apertura hacia ese lenguaje foráneo que debe asumir para sobrevivir.

Previous
Previous

Un Nuevo Día

Next
Next

Pensamientos de una fría noche de invierno